DIARIO DE LOGÍSTICA TRANSPORTE Y ALMACENAJE - 13/06/2023
El SIL un año más, con incluso menos de lo mismo.
Superado por salones de solo manutención, acusa el cansancio de todos.
Una edición más del SIL, con menos de lo mismo. El que asiste con la ilusión, de hacer negocio se encuentra con un salón devaluado, y superado ampliamente por los que se hacen en otros lugares, sólo para la manutención. Cansancio que se manifiesta incluso en las entidades oficiales, antaño colaboradoras. Antes era al mens, un lugar de reunión de los lobbies, las asociaciones, las administraciones, y del amplio sector para-público, y subvencionado, que ya de por si dan para llenar un salón, ahora ni eso, es un lugar para becarios desorientados.
A pesar del esfuerzo del Consorcio de la Zona Franca, y de sus organizadores que no saben a que recurrir para recuperar la vieja gloria de este salón, esta edición ha ido a menos. A pesar del rebrote de actividad post pandemia.
En asistencia, calidad del público, conferencias y conferenciantes. La endogamia política y de conferenciantes, el Consorcio, que solo sabe mirarse a si mismo, hacen mella en el interés del profesional. Por no servir ya no sirve ni de aglutinador de la logística catalana, no digamos de la peninsular.
Curiosamente en la ciudad, que llena al lado, de conciertos el estadio olímpico y el Palau San Jordi, de público de toda España, el problema no es Barcelona, son los organizadores del Consorci. Ese Consorcio de la Zona Franca, una anacrónica figura político-económica, incrustada en Barcelona, sumidero de dinero público del Estado, financiador de favores, con la excusa del catalanismo, que debería ser privado, y al que le sobra el dinero, y le faltan controles para hacer algo mejor.
La asistencia fue menor, a pesar del truco de concentrar stands, y estrechar pasillos. Las conferencias y los seminarios, flojísimos, salvo alguna excepción.
Un desfile de viejas glorias, que no sirve ni para verse una vez al año tras la pandemia. Pisos del pabellón ocupados por empresas públicas, o directamente la Generalitat, eso sí con cierto maquillaje del dinero público, en los stands.
Stands pequeñitos y baratos, para las empresas de la nueva digitalización, nuevas al certamen muchas de ellas, que han ido a probar suerte. El problema es que las innumerables empresas de logística y transporte, que probaron el salón no repiten. Rosario de stands gratis, para la prensa adepta y que calla, las deficiencias del salón, a cambio del paid news.
En las empresas privadas, no asistieron los altos cargos, dejados a comerciales. Un síntoma evidente.
Ausencia de Importantes cargos de las empresas y de la administración.
La falta de interés se nota, en las organizaciones estatales, incluso las barcelonesas como el Puerto de Barcelona, antaño organizador de animados eventos.
Los pocos cargos de las empresas estatales, 3 o 4, huyeron en cuanto se fue la ministra, o cuando terminaron sus forzosas presentaciones. Los pocos que fueron era como una galería de cesantes, en busca de acomodo ante el cambio de ciclo.
De los Puertos la ausencia fue mayoritaria, la excusa que estaban en otra feria de la carga de proyectos.
La lista de los ausentes es larguísima. Mejor decir que se vieron al presidente el puerto de Huelva, Sevilla, y Cádiz, y claro está los residentes de Barcelona y Tarragona.
Hasta los canapés y las copas ya no es lo que eran.
Los pocos acudieron sólo a la inauguración con la ministra de transporte Raquel Sánchez, que en su tierra natal no logro que fuese el presidente de la Generalitat, ni la alcaldesa. Ausencia de consellers y altos cargos. Tampoco una digna representación de la la comunidad autónoma invitada Euskadi.
Por no ir a la inauguración no fue ni el Rey, que estuvo en Barcelona horas antes invitado por el SIL. Al que se le organizó una cena por los mismos organizadores, el Consorci, con adeptos, e invitados pagados de toda España, el día antes, pero fuera de la feria. No en la habitual fecha para ese acto, la Nit de la Logística, que siempre era a mitad de feria, para facilitar que fuesen los asistentes de los stands.
En un claro intento de proteger al monarca, Felipe VI, parece ser de cualquier incidente en Barcelona, o que no viese el nivel. Algo innecesario y equivocado.
Por no ir tampoco fueron los habituales sindicatos que daban colorido a la puerta de vez en cuando, reivindicando algún convenio.
La organización incluso lo intentó, con una señorita de color, bailando al ritmo de musica rock, sobre la grada de uno de los cruces de pasillos, no se sabe si para animar, a la generación Z a que asista, o como último recurso, pero sin éxito. Sus esfuerzos no se vieron acompañados.
El próximo año si quieren llenarlo, deberían estudiar contratar a Coldplay.
El problema no es Barcelona, son los organizadores del Consorci. Ese Consorcio de la Zona Franca, una anacrónica figura político-económica, incrustada en Barcelona, sumidero de dinero público del Estado, financiador de favores, con la excusa del catalanismo, sin control, que debería ser privado, y al que le sobra el dinero, y le faltan controles para hacer algo mejor.
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